El boom acabó. Luego de casi 7 años de expansión, las principales economías del mundo, enfrentan una crisis que parece no tener precedentes. Para analizarla, quienes la describen se remontan a la crisis de 1929, hace casi 80 años. En la superficie, la crisis actual se presenta como una crisis financiera y bancaria. Una tras otra las Bolsas de Valores del mundo se desploman. Al ritmo del sol de Internet, caen Wall Street y San Pablo, Tokio y Buenos Aires, luego las bolsas europeas, para recomenzar el ciclo.
¿Estamos en presencia de una crisis esencialmente financiera, ligada a una suerte de “descontrol especulativo” producido por la falta de regulación adecuada? En parte, podemos decir que sí. El proceso de desregulación de las finanzas a escala mundial, iniciado a finales de los años setenta y profundizado en los últimos 15 años, ha mostrado sus límites. Sin embargo, no es esta la verdadera causa de la crisis.
Los parásitos especulativos se dedicaron a las inversiones inmobiliarias e inversiones en mercados de commodities (como las materias primas agrícolas, energéticas, minerales, etc.). La especulación creció y se creó una montaña de papeles de un valor de mercado creciente pero cada vez menos ligado al valor de alguna producción real.
Pero esta es la cáscara, la superficie del problema. En el fondo de la burbuja y la crisis no está tanto la desregulación de las finanzas como las tendencias más profundas del capitalismo en la etapa actual. Como señalamos, el capitalismo en la actualidad expresa una gran tendencia: su reestructuración bajo la modalidad de la mundialización y el saqueo de las riquezas naturales. está en la base de la crisis actual.
La crisis del capitalismo a escala global tendrá consecuencias sobre una economía como la argentina.. Tanto en el plano financiero (a través del endeudamiento), como en el productivo. Luego de seis años de crecimiento continuado a tasas muy elevadas el ciclo de la economía argentina comenzaba a dar señales de dificultades para mantener ese nivel de actividad, de hecho la creación de empleo bajó sustancialmente en el último año y la inflación carcome lentamente la capacidad adquisitiva de los ingresos populares. Esta situación tenderá a agravarse en el marco de la profundización de la crisis mundial.
Por ello, nuevamente, los sectores más concentrados de la industria (Unión Industrial Argentina) aprovechan la crisis mundial para exigir la devaluación del peso, es decir para rebajar los salarios nuevamente.
Por otra parte, los sectores más acomodados de la población ya han comenzado a moderar sus grandes gastos. Dado que sus gastos representan la mitad del consumo global, y en particular una porción muy significativa de la demanda de medios de consumo “durable” (autos, electrodomésticos) e inmuebles, la crisis global puede traducirse a corto plazo en una desaceleración persistente de la economía local.
Ante esta situación, los únicos que no están siquiera con el simbólico “estado de alerta” son los sindicatos, que si bien andan por las cúpulas haciendo tramoyas para beneficio de los empresarios, no han puesto en pie de guerra a las bases de trabajadores y hasta ese mínimo recurso de activación se han ahorrado. Y poner en pie de guerra está bien dicho, porque lo que tenemos es una aguda guerra entre los intereses de los de arriba y los de abajo
Abrir el paraguas antes que la llovizna actual se transforme en aguacero.
Con la crisis suspenderán, despedirán, adelantaran primero las vacaciones para desarmar la resistencia en el interior de las fábricas y lugares de trabajo para hacer más fácil los despidos a la vuelta de las vacaciones. Mientras, tratan de plantear las suspensiones y los despidos como una consecuencia “natural” de la crisis en la que ellos no tienen culpa. ¡Es la ley de Dios!.
El trabajo es esencial a la vida de toda la sociedad.. La variable de ajuste de esta crisis debe ser la jornada de trabajo. ¡Ningún suspendido ni despedido! ¡Jornada móvil de horas de trabajo! Si cae la demanda y hay menos trabajo se reparten las horas. Una ley debe prohibir una jornada superior a las 8 horas y establecer que la disminución del trabajo deberá atenderse disminuyendo la jornada. Las patronales tratarán de golpear, de acumular stock y luego despedir para hacer una “limpieza” de los compañeros más destacados como organizadores en las filas obreras.
Hay que imponer la estabilidad absoluta. Debemos rechazar las “combinaciones” de las patronales dirigidas a dividir a los trabajadores con suspensiones alternadas a una parte y después a otra para discriminar, desalentar la unidad de los compañeros y luego golpear. Siempre buscaran dividirnos, pero si hay una vida de asambleas y discusiones que organicen la lucha por la solución colectiva triunfaremos. Si dejamos este desafío de los empresarios con su crisis al derecho al trabajo solamente en manos de la de los dirigentes sindicales no alcanzaremos las soluciones Ellos plantearán que si se reduce la jornada para que trabajemos todos caería la productividad y la competitividad externa de la economía. Debemos rechazar estos argumentos y poner el ejemplo de la fábrica Volkswagen de Córdoba donde la propia patronal planteó la reducción de la jornada estableciendo en los sectores de producción cuatro turnos por día. La misma empresa bajó hacia su personal jerárquico una explicación económica de las ventajas de esta reducción de la jornada. La productividad horaria por obrero en la jornada de seis horas es superior a la tradicional de 8 horas con 48 minutos con la que se alcanzaba las 44 horas semanales. Estudiaron que la productividad decae luego de la parada para almorzar. Pero toda reducción de la jornada laboral no puede ser en base a la disminución del salario de los trabajadores, ellos ganaron mucha plata durante estos años y pueden absorber la diferencia. No los vamos a convencer a los patrones de la conveniencia de disminuir la jornada. Ellos reaccionan como grupo y tratarán de hacernos pagar a nosotros la crisis de todas maneras.. La iniciativa fundamental primera es asamblea inmediata y exigir congreso de delegados para organizar la lucha No esperar que la dirección del sindicato la llame cuando este “cocinada” una solución bajo la racionalidad del patrón ó del gobierno. La segunda es sacar la discusión a la calle, al conjunto de la sociedad. La desocupación es la muerte de la vida social.¡No admitamos otra década infame como la de los noventa!
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