La fragua metalurgica:

"la liberación de los trabajadores será obra de los trabajadores mismos" "Solo el pueblo salvará al pueblo"

domingo, 11 de diciembre de 2011

Los jóvenes y los sindicatos: Banderas en tu corazón

Por la fragua metalurgica:Muchos hablan del regreso de la juventud a la política. La militancia ha sido una palabra que después de menospreciarla, fomentando el “no te metas”, hoy vuelve a ser repetida por periodista, políticos y sindicalistas. Algunos preocupados, como Clarín y La Nación, y otros pretendiendo vender un molde de militancia, como “678” . Nos hablan de la vuelta de algo que para nosotros no es una novedad, porque somos parte de esa generación que dio a luz la vuelta de la política: lo hicimos en las calles en las jornadas de diciembre del 2001. Es que en realidad, nos quieren vender como “novedad” la construcción de una juventud digitada desde el propio estado, desde las mismas oficinas y pasillos de la Casa Rosada y desde las viejas estructuras sindicales. Nos dicen también, que estamos recuperando el espíritu de la maravillosa juventud de los 70, pero mientras esos jóvenes que soñaban con un mundo mejor, en su militancia en las fábricas y talleres, el canto que los unificaba era el “Se va a acabar la burocracia sindical”. Los viejos burócratas sindicales (muchos todavía hoy están atornillados en sus sillones) respondían cantando “Los sindicatos son de Perón”. Te preguntamos ¿no retumban hoy en tus orejas estas melodías? Por eso te decimos que la burocracia sindical no es una novedad en la historia argentina: ahí está su papel como buchones de la dictadura, e incluso antes, como parte de la Triple A, cuando enfrentaban con los sectores populares dentro y fuera del peronismo. Este poder, de apretar, de hacer negocios, se mantiene básicamente a partir de un modelo sindical verticalista, mediante el cual las organizaciones de base de los lugares de trabajo, para negociar legalmente con la patronal, se tienen que subordinar a las comisiones directivas centrales, que además manejan con exclusividad los fondos que son de los trabajadores sin ningún mecanismo de participación real. También nos dicen que mientras el país se hundía bajo el neoliberalismo, “fueron los que resistieron”, pero cuando la había que poner, cuando decenas de miles de jóvenes pugnaban en diciembre del 2001 por ocupar la Plaza de Mayo para “que se vayan todos” y era preciso poner el cuerpo a la criminal represión policial, la CGT conducida por Daher, el Movimiento de Trabajadores Argentinos , conducido por Moyano y la CTA, sacaron a sus militantes de la calle y los mandaron a la casa. La firmeza o inteligencia política con que las cúpulas sindicales habían acompañado la lucha popular es muy discutible, pero lo que no admite discusión es que, en el momento decisivo de la rebelión, cuando la represión cortó una treintena de vidas, el “Movimiento Obrero Organizado”, como les gusta decir, faltó a la cita. La parálisis de la dirigencia sindical cuando el régimen se hundía en el descrédito y la clase dominante en una total confusión, ilustra la impotencia y decadencia política a que había llegado la conducción del movimiento obrero. Pero lo que termina de descalificarla es que aceptaron mansamente el brutal “ajuste” antiobrero con que Duhalde salió de la “convertibilidad” vía devaluación, lo que significó lisa y llanamente un robo a nuestros ya magros salarios. Concluyendo: las cúpulas sindicales “se borraron” en momentos decisivos de la lucha. Minimizaron el posible aporte del movimiento obrero organizado a la rebelión popular y, al hacerlo, no solo debilitaron la movilización en general, sino que en particular facilitaron el brutal agravamiento de la explotación a los trabajadores mismos. Privilegiaron resguardar sus intereses “corporativos”, alejados del resto de los trabajadores. Por eso te insistimos, los viejos burócratas sindicales ayudaron a mantener en la pasividad al movimiento obrero organizado y en la actualidad cuando los jóvenes que recuperamos el trabajo, pero andamos de un lado para otro, por agencia o precarizados, que cobramos los salarios más bajos, donde nos resulta imposible ahorrar un mango para compra un terrenito y construir nuestra casa como lo hicieron nuestros padres y abuelos, ahora callan y solo buscan en la política algún puestito para seguir manteniendo sus privilegios. No será sencillo sacarse de encima la loza burocrática que hace negocios a espalda de los trabajadores, que persigue a los jóvenes luchadores y recuperar la otra tradición de nuestro gremio. Para asumir este desafío debemos también atrevernos a oponer, a la tradición que recurre y cultiva la burocracia, la memoria de las luchas y de los combatientes que la historia oficial enterró, pero nosotros podemos y debemos rescatar . Repasando la historia a contrapelo, podremos saltar sobre un abismo de sangre y olvido para reencontrarnos con los vencidos de ayer que, a pesar de la derrota, o precisamente porque fueron derrotados, siguen denunciando a los traidores, advirtiéndonos sobre el peligro que nos acecha, recordándonos en definitiva que la única lucha que se pierde es la que se abandona. Aquellas constelaciones o relámpagos rebeldes de la resistencia peronista, del Cordobazo, de las coordinadoras interfabriles, y mucho más cerca aún, de Darío Santillán en la estación que bautizó con su gesto solidario y con su sangre, nos orientan, nos iluminan, nos dan fuerza. Los jóvenes metalúrgicos de La Fragua, somos parte de la juventud que sabe que no “está perdida”. La juventud que entiende que su rol histórico es aportar a la resistencia y a un proyecto emancipador. Nos reclamamos herederos de la rica historia de la juventud argentina: la del 17 de octubre, la del Cordobazo, la que dio hasta la vida en los sesenta y los setenta, la que resiste y pelea junto al pueblo trabajador. Nuestra generación tiene en esta hora, el deber y la enorme responsabilidad de devolverle a los jóvenes la esperanza, la utopía, el sueño de que es posible hacer el mundo de nuevo, el ideal de poder construir juntos y desde abajo una sociedad distinta. Nuestra generación asume el desafío de que los miles y miles de jóvenes que en cada taller, en cada fábrica expresan su rabia contra la precarización, contra el forreo de los jefes, con el patoterismo de los burócratas sindicales, vuelvan a creer en un proyecto colectivo, que vuelvan a sentir la necesidad de organizarse con sus pares para dar la pelea juntos

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